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Clases magistrales para lucirse que nadie ha pedido: EL BUEN GUSTO nos PASA FACTURA (LA COLECCIÓN)

Después de ¡veinte años! he decidido rediseñar por completo 👆🏽 mi preciosa, adorable y supercuqui factura.

Este año la he rediseñado por completo, pero, cada año, cambio y renuevo la ilustración; así, distingo fácilmente la factura de un año o de otro, percibo el paso del tiempo y la evolución de mi estilo y, de paso, voy completando mi colección.

Pero el verdadero motivo de cuidar mis facturas, es cuidar mi apariencia exterior. Y cuidando mi apariencia exterior, cuido a los demás.

En realidad, ilustrar y renovar cada año mi factura, es un pequeño esfuerzo que apenas ve la luz, un detalle para el cliente o el editor y, sobre todo, para quien sea que trabaje en el departamento de contabilidad, alguien que no conozco, que nunca da la cara y que nunca dice ni mu. Y además, es quien se encarga de que nos paguen.

Pero ese no es, realmente, el motivo.


Siguiendo el axioma de que «la vida nunca será fea si la ilustras bien de arriba abajo», siempre he procurado que cada uno de los elementos relacionados con mi sosias Albertoyos el ilustrador estén muy cuidados.

Pero también los de la vida misma, la vida real, día y noche, noche y día.. pero sobre todo noche.

Porque, sin quererlo ni beberlo, nos adentramos en el turbio y oscuro mundo de la ropa cómoda para estar en casa y de los PIJAMAS. O, peor aún ¡de la ausencia de!

Porque, ¿de qué nos sirve ponernos guapos y relucientes de día, al salir de casa, cara a la galería, para que NOS VEAN los demás, si luego cuando estamos en casa…?

—Perdona que te interrumpa, pero yo no me pongo guapo y reluciente para que me vean los demás, yo me pongo guapo y reluciente por verme yo bien a mí mismo.

¿Ah, sí? ¿Estás seguro? ¿Por verte tú bien? Entonces... ¿por qué en tu casa llevas calzones raídos, chandal de pelotillas, camiseta desteñida del naranjito y zapatillas zarrapastrosas?


—Perdona, pero para estar en casa me pongo ropa cómoda.

No, cómoda no. Zarrapastrosa.

—Perdona, no es zarrapastrosa, es ropa cómoda.

No. Es ropa vieja, desteñida, sucia y con pelotillas. Zarrapastrosa. Y te la pones en tu casa para verte así a ti mismo, y lo que es peor, ¡para que te vea así tu familia! ¡Tus seres queridos! ¿Tan poco los quieres?

—Perdona, pero…

Perdona, pera. ¿No decías que te ponías guapo y reluciente al salir de casa por verte tú bien, no porque te van a ver los demás? ¿La sudadera sudada con pelotillas es para verte tú bien? ¿Te pones esa ropa para verte bien? ¡Y eso cuando te la pones! ¿Lo de dormir en gayumbos también es para verte tú bien? ¿Sabes que existen los pijamas?


—Perdona, no sé tú, pero yo no tengo DINERO para tanto LUJO

¿Dinero, lujo? Pero, ¿tú crees que el LUJO lo compra el DINERO?

—Perdona, pero son lo mismo.

¡No! LUJO y DINERO no son sinónimos. E incluso, muchas veces, son hasta opuestos.

Acumular compulsivamente números en la ventana de la web de una entidad bancaria de las islas Caimán tiene más de Diógenes que de coleccionista: la sucesión es infinita, la colección interminable y la frustración eterna.

El DINERO es infinito, pero no sirve para comprar el LUJO, que es escaso.

—Perdona, entonces, si el dinero no sirve, ¿cómo se compra el LUJO? ¿Eh?

El LUJO no se compra, lo regala el BUEN GUSTO.

Y el BUEN GUSTO lo encuentras si ilustras la vida bien de arriba abajo.

Hay que sudar para poder disfrutar, pero, si le dedicas tu tiempo, la búsqueda del BUEN GUSTO hará que tu vida será de LUJO.

—Perdona… ¿me estás diciendo que el dinero y el buen gusto no van juntos?

Sí. Y solo hay una excepción: El DINERO y el BUEN GUSTO van de la mano en mi Colección de FACTURAS.

—Perdona. 

Te perdono. Pero cómprate un par de pijamas.

¡Y ponle una lámpara a esa bombilla pelada!








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